Tratamiento

1)      El tratamiento de la EA se debe de realizar según varios criterios:
-          Nivel de actividad de la enfermedad
-          Nivel de la intensidad del dolor
-          Nivel de la función y discapacidad
-          Forma clínica: axial, periférica, entesítica o extraarticular
-          Factores de riesgo de severidad (coxitis, daño estructural espinal)
-          Factores de riesgo generales (por ejemplo, la edad)
-          Y, por último, según deseos o expectativas del paciente.
                                                                                                             
2)      El control del paciente con EA debe incluir en la historia clínica los registros de parámetros clínicos, analíticos y radiológicos.
3)      La terapia no farmacológica debe incluir la educación del paciente, ejercicio regular y terapia física individual o en grupo, de gran importancia para conservar la movilidad de las articulaciones y evitar la deformación paulatina de la columna vertebral (denominada cifosis). Los grupos de autoayuda o asociaciones de paciente tienen gran utilidad.
4)      Los AINEs (antiinflamatorios no esteroides) en la EA son considerados una parte fundamental del tratamiento, en parte por la ausencia de tratamiento que haya demostrado de forma inequívoca su efectividad. La gran mejoría sintomática que presentan los pacientes es evidente a nivel del dolor y la rigidez vertebral.  También se ha demostrado la eficacia de los inhibidores de COX-2.
Para la administración de los AINEs debe intentarse, por una parte, suministrarse dosis plenas al paciente si lo tolera y, por otra, tener en cuenta la naturaleza antiinflamatoria del proceso. Si se utilizan AINEs de vida corta (diclofenaco, ibuprofeno, indomentacina), la mayor dosis se suministrará por la noche, para aliviar el dolor nocturno y evitar la rigidez al levantarse por la mañana. Hay que tener cuidado para evitar toxicidad gastrointestinal (pérdida de apetito, malestar digestivo, úlceras gástricas o del aparato digestivo, así como hemorragia digestiva aguda o crónica), renal (insuficiencia renal aguda o nefritis, que pueden causar diálisis; hiperpotasemia, que puede causar arritmias y paradas; entre otros) y cardiovasculares.  Es muy importante insistir en un buen cumplimiento,  pues la adherencia del tratamiento  en estos pacientes no es muy buena.
5)      Las infiltraciones con esteroides locales en artritis periférica persistente o entesis se considera terapia de primera línea en pacientes con mono u oligoartritis(una o varias articulaciones inflamadas) o entesis. Por lo contrario, los corticoides están contraindicados.

6)      La Sulfasalazina y el Metotrexato deben usarse en pacientes con formas periféricas predominantes. La primera es el fármaco antirreumático modificador de la enfermedad más utilizado en los pacientes con EA. Su eficacia en la artritis reumatoide y en las enfermedades inflamatorias intestinales constituiría un buen argumento para su utilización. Además disminuye la tasa de anticuerpos  antiklebsiella (recordemos que la Klebsiella pneumoniae es la causante de la infección en la EA), los niveles séricos de IgA y otras inmunoglobulinas, además de reducir de forma significativa la IgA secretoria en la luz intestinal de estos pacientes.
Por otra parte, el metotrexato permanece en la práctica clínica; su uso como terapia adyuvante junto con Infliximab(anticuerpo monocloral, es decir, idéntico entre sí porque proceden todos ellos de la misma célula madre, con una potente acción antiinflamatoria) está actualmente controvertida, habiendo trabajos que encuentran que mejora la eficacia del anti-TNF y otros que la niegan.
7)      El paracetamol y los analgésicos opioides pueden ser útiles en pacientes en los que los AINEs sean insuficientes, estén contraindicados, sean ineficaces o mal tolerados.

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